sábado, 14 de agosto de 2010

15 - ACTORES.

Me entero de la muerte del actor español Antonio Ozores. Ya mayor. De los pocos que iban quedando por premura de la edad. Uno de aquellos que alegraron mis tardes infantiles y juveniles en los cines de barrio que en gran número salpicaban las calles españolas y en concreto el Madrid en el que yo vivía.

Un cine en blanco y negro, como una sociedad en blanco y negro cuando salíamos de aquellas salas con olor a pies deslumbrados por la luz de la calle, acostumbrados a la penumbra de los programas dobles.

Eran películas en su mayoría consideradas cutres y que el tiempo hizo a algunas de ellas buenas o muy buenas. Películas que querían entretener y animar a una sociedad que aún vivía en la resaca de una guerra civil ya pasada pero difícil de cicatrizar.

Solían ser personajes sencillos, simpáticos, temerosos de Dios, con un humor edificado a fuerza de pasarlo mal en la dura tarea diaria del vivir. De señoras con toquilla en una portería debajo de la escalera, con una única bombilla amarilla y un cartucho de papel engomado repleto de moscas.

Luego fueron pasando los años y las películas se llenaron de colores y de una pretendida libertad sexual de quiero y no puedo, de los barrios que surgían como champiñones en la periferia con la habitación interior para la suegra que no había más remedio que llevar a cuestas. Naufragio de unos tiempos a los que se quería dar el cerrojazo para siempre.

Esa fue una época de pelis malas, llenas de suecas que hacían cola para exhibir los muslos y poco a poco los soñados valles húmedos que a la plebe nos dio por llamar felpudos. Eso también pasó. En cuanto el hambre y la penuria sicológicas se alimentaron aunque fuese mínimamente. En cuanto los jubilados pasaron unas mañanas sentados en los paseos marítimos del litoral viendo el incomparable espectáculo del destape femenino. Alegrándose por el descubrimiento y llorando interiormente por el tiempo perdido.

Y entonces comenzó un cine un poco más creativo, mirando al exterior, equiparándose a la forma y maneras de vivir de los países occidentales avanzados. También en la televisión se hicieron buenas series, obras interesantes.

Durante todo ese tiempo don Antonio Ozores siguió trabajando, haciéndonos reír con sus personajes recubiertos de una capa de surrealismo muy español.

Y durante unos años, bastantes, todo el mundo en términos generales fue moderadamente feliz. España creció y los españoles se convirtieron en ciudadanos del mundo.

Pero de nuevo los tiempos han cambiado. Hay algo en la sociedad que lleva a los españoles a la autodestrucción, al enfrentamiento, a la pérdida de valores. Algo que les está envenenando el alma.

Pero para Antonio Ozores el tiempo se ha cumplido y ya reposa tranquilo habiéndonos dejado una sonrisa en su monólogo que no decía nada y sin embargo lo decía todo.

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