Pues sí. Hoy es Thanksgiving. Y dos cosas me vienen siempre a la memoria en este día, una esas ilustraciones de Norman Rockwell en las que la familia americana se sienta a la mesa en torno a un pavo descomunal. La otra la descripción de Steinbeck que observa una enorme mancha negra que se desplaza como un gran oleaje, un ejército de pavos que caminan hacia un holocausto inminente que se transformará en la cena más importante del año para millones de americanos.
Cena que es de celebración, claro está, la oficial: primera cosecha de los peregrinos del Mayflower que las pasaron estrechas primero para llegar y después para sobrevivir. Que se lo cuenten sino a aquellos españoles que estuvieron mucho antes que ellos y se murieron a chorros de hambre, penalidades, ataques de los indios que, claro, estaban en su derecho a no dejarse pisar el terreno por conquistadores o peregrinos estos últimos hartos de las esclavitudes ideológicas europeas y decidieron mandar al guano a reyes, prebostes y eclesiásticos para a la larga, naturalmente, intentar hacer ellos lo mismo en el nuevo mundo.
Pero eso quedó ya grabado en nuestros queridos recuerdos, en las nostalgias históricas y hoy la fiesta real se ha convertido en una buena excusa para reunirse alrededor del pavo, prepararlo, meterlo al horno y sentarse a la mesa a la que familiares y amigos llegan más cocidos que el mismísimo pájaro.
Pero eso está bien. Muchas familias aprovechan la reunión para, con los vapores espiritosos que les aplacan las inhibiciones, aventar todo el reconcomio acumulado durante los meses que no se han visto. Sacar a colación las viejas trifulcas familiares y llamarse el nombre del cerdo los unos a los otros a grito pelado para acabar llorando y besándose entre promesas de amor eterno mientras engullen las delicias culinarias que cada uno ha aportado.
Porque el pavo en sí no es que sea un bocado exquisito. No está mal. Pero suele quedarse un poco seco. Lo que le hace bueno son todas esas otras cosas que lleva alrededor y son imprescindibles y tan importantes como el propio pavo.
Por ejemplo un buen relleno cuya receta exclusiva cada familia ha heredado de la abuela sin que haya nadie que la supere. En general, pan del día anterior, cebollas, apio, manzanas, higaditos y otros menudillos, aceitunas, perejil, pimienta, un buen caldo…pueden hacer el milagro. Y acompañándolo coles de bruselas, coliflor, puré de patatas, salsa de arándanos…
El puente va desde el jueves al domingo. Recientemente se han inventado, al menos yo no lo había oído antes, el “Viernes negro” o “Black Friday” que al oírlo me dio un vuelco el corazón y pensé si se habría hundido de nuevo la bolsa o cualquier otro hecho cataclísmico…pero no, parece ser que lo llaman “negro” porque es un día para que la gente se vuelva más tonta de lo habitual y se gaste todo el dinero posible en compras. Así, la caja de los comercios estará en números “negros” en lugar de “rojos”…creo que ya lo hemos entendido.
El caso es que la gente se apunta a un bombardeo y hay quien se levanta a las cuatro de la mañana para hacer cola a la puerta de los comercios, de las grandes superficies, y más tarde la televisión entrevista a un público feliz rodeado de sus compras, de todas esas cosas que se acumulan por todas partes y a las que no prestaremos ninguna atención en muy pocos días.
A menudo pienso que nos merecemos otro Diluvio Universal que arrase el planeta y no deje ni las moscas.