viernes, 28 de octubre de 2011

87 – YOU AIN´T SEEN NOTHING YET.


Ya lo sé. Es el otoño de la vida y todo eso. Pero sabes lo que te digo, hace más de treinta y cinco años que una mujer robó mi corazón y desde entonces duerme a mi lado y cuando se despierta por la mañana me mira con ojos somnolientos apoyándose en un codo y me sonríe entre irónica y divertida, me tira de una oreja y me dice en un susurro: dear…you ain´t seen nothing yet.

Me lavo los dientes a toda prisa en el cubículo del avión, tengo una cara de bote que no es normal. De bote de sesenta y cinco años de edad. El avión está a punto de aterrizar y tengo que hacer esfuerzos par acertar en la taza. Vuelvo a mi asiento y por la ventanilla veo la eterna cara de esta otra patria mía o como quiera que se le llame ahora, llena de arrugas, seca y polvorienta, rojiza, resquebrajada por los siglos pero que aún huele a churros cuando paso el control de pasaportes donde un guardia aburrido me devuelve el documento con desgana sin darme los buenos días.

Ahora tiramos papeles, revistas, documentos de otra época, y entre ellos encuentro nuestras caras desconocidas junto a la de nuestro hijo adolescente, con pelo rubio lacio y mirada algo insolente, esa mirada que yo también tuve algún día muchos, muchos años atrás.

Mi amigo Enrique se apena de que queramos vender la casa, sobre todo porque no podrá plantar más tomates. En los campos de enfrente se ha desatado una huída hacia adelante de apisonadoras, camiones, máquinas removedoras del terreno que formaba parte de nuestra vida y ahora está desgarrado en mil pedazos, transformado en algo desconocido. Y la casa se sacude y estremece no tanto por las vibraciones de las escavadoras sino por la certeza de que nos va a perder. En ella, con ella, fuimos felices y comimos perdices. Créeme que lo siento, pero a ti vendrán otros y volverás a sentirte en tu elemento.

Pero una vez más llega el momento de levantar el vuelo y partir y dejar atrás lo que haga falta para poder seguir alerta, vivos, para seguir queriéndonos. No hay tiempo para la indecisión. No hay margen para la duda. Este siglo moriremos. Antes o después. La luz entre las dos eternidades se adelgaza. No hay tiempo que perder.

Tiramos por las ventanas lo superfluo, apilamos el pasado sin remordimientos ni penas. Encendemos en medio del patio una gran hoguera de recuerdos que libera el humo de lo que fue, no siempre alegre, no siempre triste. Lo que todos hicimos más o menos: vivir, enamorarnos, sufrir, soñar, desconsolarnos y volver de nuevo al principio para repetir todo.

Y lo mejor, lo que me hace seguir viviendo es que cada mañana sigo abriendo mis ojos sobre los suyos, somnolientos sí, y me mira entre irónica y divertida y me dice en un susurro: dear, you ain´t seen nothing yet.

No hay comentarios:

Publicar un comentario