Me comentaba un amigo que andando el otro día por la calle se cruzó con unos jóvenes que repartían un cierto tipo de propaganda junto a un cartel donde el presidente Obama aparecía luciendo un bigotito hitleriano.
Mi amigo se quedó un tanto perplejo y trató de hablar con la joven sobre las implicaciones del bigote añadido a nuestro presidente y que desde luego le parecía fuera de lugar. Ella le respondió que luchaban contra el fascismo, que el presidente era un fascista y que querían hacer llegar su protesta al público de la calle.
Aunque mi amigo intentó en pocas palabras indicarle en que consistía el fascismo y porqué creía que estaba equivocada, ella insistía en hablar sin esperar a oírle diciendo que su familia había sido víctima de los horrores del fascismo. Etc. etc.
Vivimos tiempos difíciles en cuanto a la información. Es curioso que lo que debería aclarar las ideas produce el efecto contrario manipulándolas, enturbiando su sentido y produciendo muchas veces un engendro que no tiene nada que ver con la realidad.
Mi amigo, que trabaja en ese difícil mundo de la información, dice que eso no es lo peor. Que el verdadero problema es el deterioro de la memoria pública. Que la cuestión está en que cualquier noticia no sobrevive más allá de unas horas o si es muy grave o importante unas semanas o unos meses.
Me dice que esto se consigue con el bombardeo continuo de nuevas noticias que relegan a un segundo plano las anteriores. Cualquier noticia se hace vieja en el momento de salir a la luz.
Este acoso de información hace que nadie tenga tiempo de digerir lo que lee o escucha y la nueva primicia sustituye a la anterior que se convierte en algo del pasado.
Así, la memoria es frágil. Nadie recuerda las fechorías de ciertos políticos, banqueros, los desastres ecológicos por negligencia, las catástrofes que podrían haberse evitado…y cuando llega el momento de volver a elegir representantes políticos o juzgar el comportamiento de núcleos claves de la sociedad sólo se necesita una buena capa de propaganda para cubrir los desperfectos de la carcoma social y los mismos de siempre volver a sus puestos de control con renovadas sonrisas y promesas que nunca cumplieron en el pasado pero de las que ya nadie se acuerda. Y así, el círculo se cierra y la rueda sigue girando.
O, como diría mi amigo: “El mundo gira y el tonto mira”.
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