jueves, 15 de julio de 2010

7 - PETRÓLEO.



Yo es que me quedo pasmao. Toda la vida recogiendo botes y papeles en las playas. Guardando religiosamente los plásticos para reciclar. Distribuyendo las cosas en sus correspondientes contenedores de colorines, yendo con la bolsita de la compra para no usar las de plástico o papel, etc., etc…y mira que a los mayores nos costó al principio, pero hemos recorrido un largo camino: acuérdense cuando la gente iba y ¡zas! El gargajo en la escupidera…sí, era una cochinada, cosa más de educación que de ecología…porque en realidad, ahora que lo pienso, la penuria nos hacia ser respetuosos del medio ambiente, porque no había toallas de papel de cocina y se usaban trozos de periódico en el vater a menos que fueses pudiente y pudieses comprarte aquellos con el elefante pintado. Teníamos nuestros trapos de cocina y el asperón y el estropajo que a mi me da la sensación de que eran más biodegradables que todos esos líquidos que nos venden ahora.

Usábamos la cazuela heredada de la abuela que bajábamos de vez en cuando a la puerta de casa donde el Lañador – Paragüero nos ponía un remiendo al culo y así tirábamos otros doscientos años, sin usar envases de plástico, ni de estaño, ni de ningún material desechable.

El caso es que, a fuerza de machacar, logramos usar las papeleras, dejar de sacudir a los pobres animales muchas veces por pura diversión salvaje y tratar de no mearnos en las piscinas aunque seguimos haciéndolo en el mar.

Y después de todo eso, pensando que eres un buen ciudadano, te levantas una mañana y te encuentras con que ha reventado una de esas plataformas petrolíferas y está saliendo un chorro de crudo a la superficie del mar que amenaza, o que ni siquiera amenaza, sino que es un hecho que va a destruir kilómetros y kilómetros de costa, de vida marítima, de cadenas tróficas imprescindibles para el mantenimiento de los seres vivos. Que va a borrar del mapa todas las industrias de pesca de la zona que se sostienen delicadamente en un mundo cada vez más hostil.

Otras veces el desaguisado proviene de un barco, sea el Exxon Valdez o el Prestige. Da igual, la catástrofe es la misma.

Y enseguida comienzas a oír noticias y declaraciones y evaluaciones y monsergas y a leer entre líneas lo que no quieren decirte pero ves de una forma lacerante: la falta de escrúpulos de las empresas, las artimañas de los políticos, la nula previsión, la patraña repetida que pone en juego nuestra propia existencia a favor de la avaricia.

Me voy a tomar un café, debo de tomármelo con calma. Ya sé que nos inundarán de imágenes de pobres pájaros cubiertos de petróleo y del desastre general y el halo de la sempiterna solidaridad individual y colectiva que nos hará sentirnos reconfortados. Pero de lo importante, de lo que tendrían que sacar a la luz bajo los más potentes focos de la verdad, de eso, hablarán poco, tarde, mal y al final nunca del todo. Y como la historia nos tiene acostumbrados, quedará en agua de borrajas. O sea que, para los que no conozcan esta expresión, todo quedará turbio, no llegará a nada.

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