miércoles, 4 de agosto de 2010

12 - ORDENADOR.




Hace algo de frío. Amanece, que no es poco. Como dicen en la película. Me siento con mi café, el ordenador se despierta, se busca a través de sus circuitos siguiendo sus rutinas establecidas, se despereza, se pone a trabajar.

Mirando como se van colocando los iconos me doy cuenta que a mí también me ha pasado. Sí. Soy un adicto de este chisme luminoso. Llevo así desde mil novecientos noventa y algo cuando en la pantalla verde de aquellos primeros clones, que así se les llamaba si no eran exclusivamente de IBM, el único aliciente era la presencia de una ce seguida de dos puntos. A partir de allí uno tenía que adentrarse en un intrincado maremágnum de números, letras y símbolos para conseguir que se materializase algo congruente en la pantalla.

En realidad recuerdo de aquellos días pocos resultados prácticos y muchas horas perdidas ante la pequeña pantalla verde o ámbar. Aunque pensándolo bien esos balbuceos informáticos sirvieron para que algunos de mi generación nos incorporásemos a un mundo que a otros se les ha escapado definitivamente.

Luego apareció Windows-95 con sus ventanas por las que ya podía uno asomarse y ver lo que estaba al otro lado con mucha más facilidad, después el Internet, que fue la verdadera revolución.

Aquellos días son ya parte del pasado, ahora abro mi caja de Pandora, mi ventana al mundo exterior y consigo ser electrónicamente ubicuo. Nunca como ahora el hombre había tenido en sus manos tanta información, tantas posibilidades de acceder al conocimiento. Pero, naturalmente, el ordenador es sólo una máquina y es el hombre el que sigue teniendo la capacidad de hacer de ella una fuente de cultura, de información, de libertad o un profundo, siniestro, maloliente cubo de basura.

Estamos, sin embargo, sólo al principio de unas tecnologías que evolucionan cada segundo y que traerán otras formas, otros modos de orientar el milagro informático que naturalmente seguirá cambiando nuestro comportamiento social.

Mientras todo esto evoluciona en la sombra, yo sigo atento a la pantalla.

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