No dormí bien anoche. Entre sueños y largos períodos escuchando el viento del Pacífico soplando con fuerza desde la entrada del Golden Gate, subiendo en fuertes rachas desde la Marina, agitando los pinos y las ventanas del dormitorio, no podía dejar de pensar en el artículo de la revista TIME que había leído poco antes de irme a la cama: “ 2045 The Year Man Becomes Immortal”.
No es nuevo este concepto “Singularity” del que habla el artículo. Y por tanto no fue la causa de mi duermevela; lo que me produjo desazón, alarma o simplemente una perturbación intelectual es la proximidad real de algo que hace escasos años era solamente una especulación, un juego o fantasía del mundo literario de la Ciencia Ficción.
En mil novecientos noventa y tres Vernor Vinge, del Departamento de Ciencias Matemáticas de la Universidad Estatal de San Diego, presentó un artículo cuya argumento era el siguiente: “Dentro de treinta años tendremos la capacidad tecnológica para crear inteligencia sobrenatural. Poco después, la civilización humana tocará a su fin”.
Ray Kurzweil, autor del libro “The Singularity is near”, cree que nos estamos acercando al punto en el que los ordenadores serán inteligentes. Y no solamente inteligentes sino más inteligentes que los humanos. Cuando esto ocurra, la humanidad, nuestras mentes y cuerpos, nuestra civilización se transformará completa e irreversiblemente. De acuerdo con sus cálculos esto sucederá dentro de los próximos treinta y cinco años.
De que los ordenadores se van haciendo cada vez más veloces y con más memoria no hay duda alguna. Recuerdo mi primer ordenador, en mil novecientos noventa y cuatro, una caja tan grande como una antigua televisión, su capacidad era de un gigabyte: “Has comprado el Rolls Royce de los ordenadores”, me dijo mi amigo Luis con orgullo.
Ambos tenemos ahora portátiles de más de quinientos gigabytes. Y son solo pequeños ordenadores. Así que si los grandes ordenadores se están haciendo cada vez más increíblemente rápidos se puede pensar que llegará el momento en el que se transformen en algo comparable a la inteligencia humana. No solamente en aritmética o música sino capaces de tomar decisiones, de admirar un cuadro o escribir un libro.
Que el futuro va en esa dirección y que es imparable por más que en el camino gobiernos, instituciones o grupos de poder intenten frenarlo es algo que para mí no tiene discusión. Pero naturalmente no va a ocurrir sin que todas las sociedades de este complejo mundo se vean sacudidas por el cambio.
Como en tantas cosas que emprende el ser humano es imposible predecir lo que pueda ocurrir. Cómo se comportarán estas máquinas inteligentes que serán capaces de reproducirse a si mismas creando otras máquinas superiores. Puede que el hombre se entienda bien con ellas y eso aumente sus capacidades intelectuales, que haga posible la prolongación de la vida, incluso indefinidamente. O puede que el cerebro del hombre pase a formar parte de la máquina, un software humano que podrá vivir una eterna vida virtual.
O puede que la máquina decida que no necesita al hombre, que solo supone una carga, que ya no está a su altura intelectual y termine aniquilándole.
El camino se irá descubriendo, inventando sobre la marcha, con todos los problemas y ataduras que ligan a las generaciones a través de la historia milenaria. Pero algo diferente emergerá de esta nueva era y es, de acuerdo con las teorías de gentes como Ray Kurzweil y Vernor Vinge, la transformación de nuestra especie en algo que no tendrá nada que ver con la humanidad del año dos mil once. Y a este fenómeno le llaman: “The Singularity”. Esta palabra viene del mundo de la astrofísica y se refiere al momento en el que las leyes ordinarias de la física, por ejemplo en el interior de un agujero negro, dejan de tener su sentido habitual. La aceleración de este proceso es exponencial y continua y aunque la idea por ahora solo atrae a un pequeño grupo de gente, la tecnología les apoya en su constante progreso hacia la inteligencia artificial.
Es difícil pensar que esta transformación vaya a tener lugar en tan corto espacio de tiempo y mucho menos que pueda resultar beneficiosa para el conjunto de los seres humanos en su inmensa mayoría preocupados por su supervivencia diaria o víctimas de otros hombres sin escrúpulos que los esclaviza o envía a guerras inútiles. Y en las sociedades más avanzadas atraídos por el brillo de las tecnologías mientras su libertad y calidad de vida se deteriora y cada vez es más difícil el logro de las cosas más elementales como tener un trabajo o un techo bajo el que poder vivir.
Este planeta, siempre complicado para el hombre, es ahora un lugar globalizado, un terreno limitado y restringido en el que cualquier cosa que sucede afecta a todos por igual. No sabemos, con tanta información como manejamos, que puede pasar o ser de nosotros en el plazo de una semana y el presente cambia constantemente en su viaje acelerado hacia el futuro. Solo podemos abrir los ojos y ser espectadores mientras podamos.
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