miércoles, 6 de abril de 2011

58 - LA TROLA.



Dice el diccionario: Trola: Expresión contraria a la verdad, dicha con intención de engañar. Coloquial.

La trola, esa palabra entre jocosa para nosotros y lúbrica para algunos países de habla española, como Argentina en donde se adjudica a las mujeres de vida licenciosa o como decían nuestros abuelos “ligeras de cascos”, preside nuestras vidas desde el mismo momento de nacer.

La “trola” está presente en nuestro bautismo, en las manos de alguien que derrama unas gotas de agua sobre nuestro mondo cráneo para lavar supongo nuestras transgresiones de las leyes y los preceptos religiosos que supuestamente hemos cometido en estado larvario.

De ahí en adelante la “trola” nos acompañará durante toda la vida vistiéndonos desde la niñez con los pesados ropajes de la patria, la bandera, el territorio, la historia apañada y condimentada al gusto del trozo de planeta en el que el azar nos haya depositado, un conjunto de “trolas” que tendremos que admitir y digerir para poder pasar de curso e ir asimilando la identidad nacional que nos haya tocado en la rifa de la vida.

La “trola” nos lleva de la mano a través de la apariencia, las condecoraciones, los cargos políticos, las leyes, los colorines y gualdrapas de esos que se suceden a si mismos y que nos intentan convencer de que su poder y realeza viene directamente del Creador.

La “trola” forma parte también de esto que se ha dado en llamar el “mundo global” “la globalización” que supuestamente tendría que acabar con el hambre y la miseria de muchos y sin embargo produce el efecto contrario.

La “trola” ha evolucionado y cada vez controla mejor su discurso, su lenguaje es mucho menos burdo, se ha pulido y transformado, se ha enriquecido sicologicamente hasta el punto de hacer creer a cada persona que es única y exclusiva, que en sus manos está la capacidad de decisión, la voluntad de elegir.

La “trola” está cada vez más monopolizada, es el patrimonio de unos pocos que la controlan y manipulan, que la guardan y fomentan como el fuego sagrado de los antiguos.

Pero conviven “trolas” antiguas y “trolas” modernas, “trolas” en manos de dictadores y “trolas” democráticas, todas ellas protegidas por la ley y la fuerza, o la fuerza de la ley.

Los humanos nos adaptamos a casi todo, o se podría decir a todo, y la “trola” no es una excepción. Unos viven de la “trola” y otros conviven con “la trola”. En realidad las cosas han llegado a un punto en que posiblemente el hombre sería muy infeliz de no tener la “trola” presente en su vida, porque sin la “trola” habría libertad, esa facultad de obrar y expresarse con la propia voluntad y bajo la responsabilidad de uno mismo. Y ese albedrío no lo quiere nadie. Produce horror. Resultaría insoportable.

Sigamos pues en la “trola” que no es ni más ni menos que un sueño con apariencia de protección. Y ya lo dijo el insigne escritor: “…¿Qué es la vida? Un frenesí ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, trola son.

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