martes, 30 de agosto de 2011

77 – TILAPIA.


Cuenta Jack London, natural de estas tierras de California, en algunos de sus libros escritos a principios del siglo veinte que la bahía de San Francisco hervía de vida marina y que ya entonces italianos, irlandeses y chinos esquilmaban las aguas al máximo, arramblaban con peces grandes y pequeños y acabaron en pocos años con bancos de gamba que tratados con mesura y control hubieran continuado medrando para beneficio de todos. Control que intentaban las patrullas costeras que todos trataban de burlar. Hoy la bahía, evocadora de un oeste primigenio, salvaje, emparentada con el Pacífico antiguo de las grandes exploraciones está en manos de asociaciones que tratan de recuperarla, seriamente dañada en su fauna y flora.

Cuenta Steinbeck en su libro "The Sea of Cortés" que ya en mil novecientos treinta y nueve los japoneses aplicaban la pesca de arrastre en la Baja California desgarrando el fondo marino, depositando sobre la cubierta de sus barcos el botín atrapado entre sus redes, fauna y flora que si no tenía un valor inmediato en el mercado devolvían al mar inservible, un daño que tardaría años en recuperar su equilibrio marino.

En mil novecientos setenta un amigo biólogo marino me llevó a conocer un pescadito llamado “Tilapia”. Me extrañó que fuéramos a un edificio de más de diez plantas de altura y mientras subíamos en el ascensor pensaba que me habría llevado allí para ver unas fotos o un video. Pero no fue así, ante mi sorpresa el ascensor se abrió en una planta abierta en la que una serie de piscinas hervían con el chapoteo de la Tilapia en diferentes etapas de crecimiento, desde los alevines a los peces en completo desarrollo. Por encima de las piscinas una cinta transportadora distribuía la comida de los peces controlada por un ordenador que también se ocupaba de la temperatura del agua y otras cuestiones técnicas. Mi amigo me dijo que aquello era el futuro. A mi me pareció una especie de episodio de ciencia-ficción. Estaba muy equivocado. Treinta años después la Tilapia es un pescado “multiusos” en todos los restaurantes. Tiene buen sabor y al ser su crecimiento artificial no tiene problemas de contaminación.

Aunque se introducen períodos de descanso para que se regenere la fauna marina esquilmada en todos los mares hay también un enorme problema de contaminación de las aguas que desaconseja el comer pescado marino con frecuencia.


En pocas generaciones este deterioro se ha hecho evidente, el mundo de hoy no se puede ya abordar pensando en grandes períodos de tiempo en los que la vida evolucionaba lentamente para bien o para mal. Los cambios son ahora cuestión de pocos años, la vida acelerada, la falta de reposo en las decisiones vitales para la humanidad, la superpoblación, el poder y la avaricia en manos de unos pocos hacen de la existencia en el planeta algo cada vez más frágil y peligroso.

Atrás van quedando los placeres que el campo y el mar nos proporcionaban y los alimentos, que antes eran parte animada de las estaciones del año, de los quehaceres y los días son ahora cajas inanimadas, congeladas a veces, paquetes de colores de dudosa procedencia.

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