martes, 30 de agosto de 2011

81 – AVATAR. II


Porque no todos entran en las mismas condiciones. Los hay que se desplazan con relativa facilidad desde sus ordenadores mejorados constantemente, otros acceden en equipos con algunos años físicos que se convierten en deshechos si no se actualizan, hay quien utiliza la pantalla de la oficina o los ordenadores de los cibercafés. Procesadores de 3.4GHz o más, Ram por encima de 8GB, Intel HD Graphics, línea de banda ancha en manos de un buen proveedor y bastante o mucha suerte son algunas de las herramientas para desenvolverse en el metaverse.

Me he quedado congelado y la voz continúa con sus monótonas indicaciones mientras algunos avatares permanecen a medio camino hacia alguna parte petrificados sobre la acera, moviendo suavemente las manos como en un intento de iniciar otra secuencia. Decido reiniciar el ordenador. Espero y vuelvo a completar el protocolo. Aparece de nuevo la superficie del metaverse y mi avatar avanza sin problemas en el interior de un edificio que por sus dimensiones, sus paredes acristaladas parece estar a medio camino entre la estética de un aeropuerto y un palacio de la ópera.

Deambulan algunos avatares en sus trajes sobrios de monjes corporativos, herederos de la antigua franja de Madison sosteniendo botellas de agua de una compañía japonesa en la mano que les queda libre. En la otra se balancea al ritmo espástico de las piernas el maletín negro de la compañía. Al fondo un bar rodeado de pequeñas palmeras acoge a un grupo numeroso de avatares diversos en la hora del cóctel. Otros asisten a una conferencia o se reúnen para desarrollar productos, técnicas, estrategias de ventas.

Porque el espacio virtual intemporal da la bienvenida a avatares que en su origen están empezando el día o terminándolo o a medio camino entre sus obligaciones o en un período noctívago o en definitiva ocupando un tiempo que es igual para todos en el metaverse.

Y la actividad nunca cesa. Desde cualquier parte del planeta alguien compra un trozo de tierra virtual, una parcela pagando en dólares reales. Una posible inversión. Un juego. Un desdoblamiento de los intereses reales que encuentra aquí nuevos caminos para la especulación o la ganancia presente o futura. En realidad, la compra de un pedazo mayor o menor de memoria en la que dar rienda suelta a los sueños construyendo una mansión en un bosque aislado, o habitando una playa desierta donde las olas llegan exactamente hasta la cabaña rodeada de palmeras, donde el día y la noche se suceden automáticamente y la brisa sabe exactamente como y cuando mover las hojas.

Otros adquieren dólares del mercado virtual para comprar ropa de diseño, zapatos, joyería, tatuajes, o lo último en tecnología musical, automóviles, robots, barcos…o aventuras por diferentes islas: caminos perdidos en bosques lúgubres, tumbas y mazmorras donde la sombra de seres innombrables ocupan los rincones ocultos del metaverse. Palacios, castillos, lugares y civilizaciones del pasado…

Decido sentarme en la barra del bar a relajarme con un Mai Tai. A mi izquierda una jovencita vestida de hada y un casco de marine en la cabeza hace sus deberes escribiendo con la mano izquierda. A mi derecha creo reconocer a Hiro y Vitaly - Hiro lleva su katana y su espada corta wakizashi - charlando alegremente en torno a dos transparentes martinis en los que dormitan sendas aceitunas de un verde refulgente.

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