sábado, 18 de febrero de 2012

95 – BILOCACIÓN Y OTRAS TAUMATURGIAS.



Me he levantado temprano. No puedo dormir más. Estoy algo nervioso, hace unos días recibí una invitación de la Asociación Mundial de Jubilados Bilocados y Otras Taumaturgias. AMJBOT. Hoy es el día. Me pongo un poco de café que a mi me calma, ya ve Usted.

Todo viene a cuento de la famosa capa. Sí, la capa que mi hermano y yo encargamos a una pequeña editorial de cómics en New York. Pero de esto hace la friolera de más de cincuenta años. Usé la capa regularmente en mi infancia y también encargué una a mi hijo bastantes años después. Pero luego me olvidé. O la vida, con su atonal monotonía me hizo olvidar. Una pena.

Pero el caso es que aquello quedó registrado. Una compra aparentemente tan sencilla pasó a formar parte de algún engranaje burocrático que fue, callada pero inexorablemente, anotando las horas de mi vida hasta que alguna alarma, alguna ficha amarilla, una lucecita en alguna parte de un vasto archivo polvoriento en Wisconsin, Nebraska o vete tú a saber donde se encendió o se calló del cajón desvencijado alarmando al cancerbero del invento que reconoció en mis datos estar en la franja roja de los jubilados.

Casi seguro la dichosa ficha pasó a los dominios de la seguridad social y en un dos por tres se me notificó por carta y por correo electrónico (tienes un imeil) que me había convertido en un flamante miembro de la AMJBOT que como su nombre no indica a no ser que te lo expliquen y desde luego si que lo hacen en el membrete, significa: Asociación Mundial de Jubilados Bilocados y otras Taumaturgias.

Me senté en una silla de la cocina con un vaso de agua fría cerca y la carta entre las manos. Bilocado, lo que se dice bilocado – pensé – era algo que no había experimentado a no ser que en la bilocación entrara el estar en Babia, en las Batuecas o en las Musarañas cosa que desde que llevaba pañales húmedos había sido parte de mi vida, sobre todo en mis años de colegial en los que mi cuerpo astral o lo que sea salía huyendo de las clases de matemáticas y en el pupitre solo quedaba el gordito inútil que durante tanto tiempo fui.

Quizás la cosa fuera más por el lado ese de lo taumatúrgico. Porque aunque a mí los azarosos y dichosos días de la capa me parecieron lo más natural del mundo, qué duda cabe de que si mi madre me hubiera descubierto le habría dado un flus que le habría llevado directamente a urgencias.

Menos mal que no fue así. Guardé con celo mi secreto y sólo lo compartí con mi hijo al que supongo que llegado el momento, dentro de todavía muchos años, le mandarán la dichosa carta.

En ella me congratulaban por haber tenido la dicha de llegar sano y salvo a la tercera edad y bla, bla, bla y me invitaban a pasarme por la asociación en donde además de entregarme el flamante carnet de miembro de la AMJBOT e invitarme a merendar podría conocer a otros miembros destacados de tan distinguida asociación y así seguían enrollándose hasta el final de la página.

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