sábado, 18 de febrero de 2012

96 .- BILOCACIÓN Y OTRAS TAUMATURGIAS .- II


Me tomé el agua a grandes tragos sintiendo el agradable frío bajando por el gaznate y decidí ¡Qué caramba! No perderme aquella oportunidad porque me daba en la nariz que podría conocer a algún botarate de altos vuelos.

Llego a la sede de la AMJBOT. Una casa victoriana bastante cerca del centro de San Francisco. Después de comprobar mis datos personales me invitan a pasar a un amplio salón, elegante, sobrio y al parecer muy tranquilo. No hay demasiadas mesas, unas diez. Redondas y dispuestas con manteles rojos, flores y jarras de agua. Miro el reloj. Son las ocho y media de la tarde pasadas. No me he equivocado en la hora. La sala sin embargo está vacía excepto por dos tipos con pinta de carcamales sentados uno enfrente del otro. No hablan y uno fuma con aparente delectación.

Me presento. A modo de aviso, reconvención o lo que sea le digo al que fuma que le van a llamar la atención.

—Lo del fumar no mola hoy en día. Sonrío con timidez.

—¿No mola? —contesta—apagando el cigarro en el cenicero parsimoniosamente. Me mira y continúa,

—Marvel, Capitán Marvel, supongo que en algún momento de su vida habrá oído hablar de mí…

—¡Claro que sí! ¡SHAZAM! Me entusiasmo...

—Eso es—Me mira con ojos cansados y tristes y saca otro cigarrillo.

Me quedo en silencio. El señor Marvel enciende el cigarrillo. He debido de meter la pata o algo. El individuo sentado enfrente me mira, sonríe y se presenta ofreciéndome una mano delgada y pálida.

—Mi nombre es Francés de Jasso o Francisco Javier.

—¡Encantado! He leído su historia pero no recuerdo nada sobre bilocaciones o cosas por el estilo...

—Desde luego que no—responde arrellanándose en la silla—pero no debemos sentirnos defraudados por ello, a veces la iglesia insufla un toque mágico, algo inusual, oculto, para llamar la atención popular sobre sus santos...

—Entonces nada de bilocación o milagros...

—Bueno, en mi época, recuerde que mi muerte fue en mil quinientos cincuenta y dos, viajé lo mío por todo el mundo. En aquel tiempo y con aquellos medios era casi, casi bilocación. Corrió así la especie de que me había bilocado a Goa en la India Portuguesa, pero no se lo crea—haciendo un gesto negativo con la cabeza.

Por la puerta comienzan a aparecer algunos grupitos de personas que charlando se dirigen lentamente a ocupar las mesas. Un anciano de pelo e incipiente barba cana, apoyándose en un bastón se acerca a saludar al señor Marvel levantando una mano en señal de reconocimiento de don Francisco Javier que le devuelve el saludo en forma de sonrisa. Marvel señala al anciano y me mira,

—Le presento a Superman.

—Mucho gusto—le doy la mano.—

—El gusto es mío.

Superman me observa mientras se sienta en una silla al lado de Marvel.

—A usted es la primera vez que le veo aquí ¿Verdad?

—Si señor, es mi primer año, hoy van a darme el carnet de jubilado...

—¡Ah! Ya decía yo que no le había visto antes...y ¿A santo de qué está usted aquí?

—Pues no estoy muy seguro, creo que por la capa...

—¿Qué capa?

—Hace muchos años compré una capa de Usted, de Superman encargándola a una editorial de New York...

—¡Ah las capas!—Superman tuerce el gesto y apoyándose en el bastón busca en la silla una mejor posición para su trasero.—

—¿Te encuentras bien?—pregunta Francisco Javier desde el otro lado de la mesa.—

—Así, así, los años y tanto tiempo cerca de la kriptonita me han dejado baldado...

De la silla contigua a Francisco Javier comienza a perfilarse una sombra translúcida, un humor blanquecino que trepa ensortijado por los brazos concentrándose en su centro.

—¿Se quema algo a su lado señor Javier?—pregunto tímidamente.—

—¡Ah, no! es ella que está haciendo acto de presencia, no te preocupes, siempre tarda un poco en bilocarse pero al final lo consigue...¡Ella es la única entre nosotros que se biloca! Quiero decir bilocación de un humano porque la mayoría de todos estos señores pueden bilocarse pero les guste o no son sólo producto de la imaginación.— Superman y Marvel se miran y asienten.

—Pero...volviendo a las capas...¿Usted cree que estoy aquí por haber comprado una hace cincuenta años?

—¡Ya lo creo que sí!

—¿Qué es eso de las capas?—inquiere Marvel.—

—¡Ah, mal negocio! Creí que me podría ganar unos dólares extra vendiendo mi supuesta capa. Un juguete nada más. Pero el caso es que ¡Funcionaba! Debió de tener un efecto placebo o qué se yo. Y los niños que la compraban iban por ahí revoloteando entre los edificios. Os acordaréis que esto era en los cincuenta, la gente obsesionada con los marcianos, los platillos volantes y todas esas zarandajas. El Pentágono cogió un cabreo monumental y trató de requisar las capas como pudo pero no lo consiguió del todo. Nos cerró la editorial y se incautó de los archivos. Nos puso a todos en la calle, Batman y Robín se las tuvieron que ingeniar cambiando los antifaces por unas viseras para vender perritos calientes en la Quinta Avenida. Superwoman, la pobre, se pasó unas temporadas fregando pisos, como lo hacía muy deprisa se ganaba unos buenos dólares pero era denigrante, un sin vivir...

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