sábado, 18 de febrero de 2012

93 .- HACIENDO SONAR LA CAJA DE LOS RECUERDOS .- II



Pasamos la noche en vela y al día siguiente el presidente del gobierno confirmó la muerte del general con lágrimas en los ojos. Como con todo lo que pasa en este país, media España lo vivió de una manera y la otra de la opuesta. Unos se entristecieron y lloraron. Otros abrieron botellas de cava y brindaron. Muchos pasaron por el velatorio. Miles. Miles. Unos con el brazo en alto. Otros con el pañuelo en los ojos. Algunos para comprobar que era verdad. O por curiosidad. O vete tú a saber porqué. Pero aquello fue en realidad la constatación oficial del fin de un régimen político que había ido cambiando lentamente durante muchos años y que a esas alturas poco tenía ya que decir habiéndose convertido en una máquina anquilosada lista para el desguace.

Tras los primeros pánicos, unos perdiendo el culo hacia la frontera con el pasaporte en la boca y otros enviando su rapiña a cualquier otro país donde el buen español siempre ha depositado más su confianza que en el suyo propio cuando se trata de asegurar el botín, los salvadores de la patria se apresuraron a tirar sus viejos uniformes mientras el exilio resurgía no se sabe de donde dispuesto a hacerse oír en la mejor oportunidad que habían tenido en cincuenta años.

Muerto el gato y bien enterrado bajo toneladas de piedra había llegado la hora de los ratones, el momento de cambiarlo todo para que todo siguiera igual. Y así se hizo y durante treinta años el espejismo democrático caló en la gente de la calle que no se preocupó demasiado por las artimañas y componendas del poder ocupada como estaba en vivir la vida y disfrutar las migajas de esa libertad superficial que la mano del poder esparce sobre el gallinero.

Ahora, aquellos que contamos estas batallitas, que nos tocó vivir interminables años grises y conocimos los cambios y las transiciones al mundo de los colorines, el consumo y las burbujas económicas tan abundantes, estamos hechos unos carcamales, nos damos largas caminatas para luchar contra los niveles de colesterol, la tensión alta y otros alifafes y nos sentamos a descansar junto a una tapia disfrutando los rayos del sol en nuestras caras envejecidas.

Y pensamos en el deterioro de una sociedad que ya no es la nuestra, en un mundo cambiante al que a duras penas podemos seguir el paso. Pero sobre todo vemos como después de todos estos años siguen los mismos protagonizando la farándula nacional. Eso al parecer nunca cambia.

Los unos, uña y carne del poder del general son ahora demócratas de toda la vida. Y sus hijos les han sucedido en el control patriótico del negocio nacional. Quién lo iba a decir. Por ahí se les puede ver en viejas fotos arrugadas vestidos de correajes, el brazo en alto, cantando fervorosamente arropados de amor y de luceros. Pero eso es agua pasada, lo importante es mantener el negocio caiga quien caiga.

Los otros, el puño en alto, desgarradas voces de la famélica legión suben y bajan de sus audis blindados sin el menor rubor, se codean con banqueros y filibusteros internacionales y se alejan de la ordinariez de pensar en tanto parado, en tanto sin techo durmiendo en las aceras. Lo suyo es el poder, el control del partido político, las prebendas, las mordidas, las canonjías, el asegurar un futuro tranquilo en las poltronas de una buena sinecura.

Y mientras, en todo este revoltillo de llevárselo crudo el ciudadano corriente y moliente pasta en el consuelo del todo a cien y sobrevive como puede mirando hacia otro lado, aburrido del engaño, inerme ante el acoso de impuestos, leyes, controles, recortes.

Y al final, como dice Julio Iglesias en la canción: La vida sigue igual…

1 comentario:

  1. No, hombre, no sigue igual. Ya no hay reparo en poner las cartas boca arriba. Tan seguros están de ganar la partida. A los griegos ya les han amenazado desde Alemania con echarles del Euro si Syriza gana las próximas elecciones. Que en Europa se desea libertad y no libertinaje. ¿Te suena?

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