lunes, 25 de octubre de 2010

37 – GOLONDRINAS.



Me sirvo una taza de café y me entero por las noticias de la radio que este año no han vuelto las golondrinas a San Juan Capistrano. En realidad hace años que ya no vuelven a la misión en grandes grupos.

Durante más de doscientos años las golondrinas han descendido sobre el monasterio franciscano en la primera mitad del mes de Marzo. Una primera bandada de cien o doscientas golondrinas que revoloteaban reconociendo el terreno mientras tocaban las campanas del monasterio dándoles la bienvenida. Detrás llegaba el grueso de la bandada pero antes el primer grupo ya había localizado el lugar preciso de los antiguos nidos que reconstruían preparando también otros nuevos para acoger a las nuevas familias de golondrinas.

Durante siglos se desconocía el origen de la migración pero se sabía que llegaban para reproducirse en un clima benigno y que eran muy bienvenidas por el control que ejercían de los insectos y las plagas en los campos alimentándose de gusanos, moscas e insectos de todo tipo.

Pero ahora se sabe que vienen de la población de Goya en la provincia de Corrientes al lado del caudaloso río Paraná en Argentina. Una sorprendente distancia de doce mil kilómetros comenzando el vuelo el dieciocho de Febrero en Goya y llegando en diferentes grupos a sus nidos establecidos entre los arcos de los corredores del monasterio de San Juan Capistrano el diecinueve de Marzo, un total de treinta días durante los cuales no beben ni comen para no perder tiempo.

Después de pasar el verano cobijadas entre las paredes de la vieja misión en San Juan Capistrano, las golondrinas emprenden de nuevo el vuelo el veintitrés de Octubre revoloteando en círculos la misión en señal de adiós, comenzando el viaje de retorno a Goya donde pasarán el invierno boreal. Este rito anual que se mantuvo durante siglos se ha roto por los cambios que San Juan Capistrano ha sufrido en los alrededores, construcción de viviendas, autopistas, contaminación, ruidos. Las golondrinas han dejado de acudir al monasterio, lo han pasado de largo para cambiar de residencia. Ahora se agrupan y forman sus nidos de barro en el Vellano Country Club en Chino Hills, un lugar tranquilo, de colinas suaves, vegetación y agua que proporciona un arroyo cercano.

También yo recuerdo mi infancia de golondrinas, los nidos construidos en los aleros, la llegada puntual cada año, las nuevas crías que asomaban las cabecitas desde sus casas de barro perfectamente construidas y protegidas de la intemperie.

Un día también aquél entorno dejó de ser tranquilo. Y se fueron. Y aquellas no volvieron y lo único que me quedó fueron los versos de Bécquer:

Volverán las oscuras golondrinas

en tu balcón sus nidos a colgar,

y otra vez con el ala a sus cristales

jugando llamarán.

Pero aquéllas que el vuelo refrenaban

tu hermosura y mi dicha a contemplar,

aquéllas que aprendieron nuestros nombres…

ésas…¡No volverán!

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